Están tan aturdidos con ese sonsonete absurdo, que no han visto sus cadáveres burlados, sin sepulcro. Si supieran que están muertos, de puro coraje se levantarían…
Que se levanten los muertos
¡Que se levanten!
Estos muertos de hambre,
de injusticia, desesperanza.
Sin ojos, si lengua, sin manos,
sin nada…
todo se lo han comido los gusanos.
Estos muertos que deambulan
fuera del tiempo,
despojados de su espacio,
sin pasado y sin futuro,
solo tienen este momento
¡que se levanten!
Que sigan el camino de sangre,
-sangre de sus hijos, de sus hermanos,
su propia sangre regada con sal-
hasta llegar al altar de su dolor,
y enciendan luces en memoria de la memoria.
Que se termine este silencio de funeral,
que hagan fiesta de cempaxúchitl
impregnando todo de tufo y color.
Ya no es hora de reírse de la traición,
que griten su furia, que rujan su rencor,
que les jalen las patas a los vivos,
que los tiren de su confort,
y se los coman a todos… vivos.
Que se levanten los muertos de su olvido
¡Que se levanten!
Ahí están inertes
los huesos tristes, enmohecidos,
unidos con grilletes y mentiras…
Que se incendie el esqueleto
si es lo único que queda,
ya no puede apretar más
esta existencia descarnada.
¡Que se levanten los muertos,
o se terminen de hacer polvo
con esta tierra desolada!
Cruje el armazón,
aún vibra algo: es el dolor,
solo,
lapidado.
Queda el alma
queda el llanto de siglos,
se desbordará,
se hará tormenta iracunda,
será el regreso del lago antes del águila.
En uno solo sus lamentos
del centro de la tierra
en gutural estruendo saldrá
Se cimbrarán los mundos,
se romperá la historia,
como dijo la historia
en un susurro de copal.
Y brotará de las piedras
el llamado a esta guerra,
en un latido absoluto de atabal.
Se levantarán los muertos…
Se levantarán…